De niña jugaba a secretarias, maestras, cocinitas. Nunca se me ocurrió jugar a crear museos. Pero claro, de niña tampoco visitaba museos.
Mientras mis hijas crecían en Madrid, y aprendíamos en casa, leí sobre un proyecto de la Nasa en el que hacían “educación-ficción” imaginando las escuelas del mañana. Allí planteaban que el aprendizaje independiente y ajustado a los intereses personales sería el modelo del futuro. Y que por lo tanto, los museos podrían ser una forma de reemplazar a las escuelas tal como las conocemos hoy. No he encontrado el enlace exacto que leí aquel día. Pero te dejo aquí uno donde la Nasa muestra diversos proyectos de aprendizaje que desarrollan con museos, y este otro enlace en el que hablan de la importancia de visitar un museo.
Así fue que, después de leer esos artículos, me propuse aprovechar la oportunidad de vivir en una gran ciudad y descubrir todos los museos que existiesen en ella. Realizábamos al menos una visita al mes. Algunos museos estaban preparados para ir con niños. Tenían actividades y aplicaciones digitales para recorridos más atractivos, otros no tanto.
Fuimos al museo de la moneda: Quién diría que un niño puede disfrutar un museo así, sin embargo, fue uno de los mejores gracias al material preparado por el equipo de profesionales del museo, creado para atrapar a los niños en esta visita.
Museo ABC y sus exposiciones temporales:
El museo de Sorolla:
El museo del Prado:
El museo de Ciencias naturales:
Exposiciones de “La Casa Encendida”:
El museo de la ilustración:
El museo del tren, museo de la aviación, etc, etc, etc.
En muchas oportunidades las niñas se mostraban aburridas. Eran demasiado pequeñas todavía, y sus intereses también muy reducidos. Sin embargo, todavía recuerdo la primera vez en que las vi jugando en casa a “museos”. Habían creado una torre de almohadas, y le llamaron “El Museo de las Torres”.
Después de eso vinieron muchos ratos de juego libre en el que las vi jugar a museos. Hoy me volvieron a sorprender: Llevaban al menos una hora de juego libre en el patio de casa, cuando entraron para invitarnos a una visita a su “Museo de piedras”. Unas piedras que recogieron ayer por la tarde, mientras estaban con su padre en un partido de fútbol. Mirar el partido no fue lo suyo. ¡Vieron una montaña de piedras al lado de la cancha, y fue una atracción mayor!
La visita al museo de piedra fue emocionante. Conocimos al “guardia de la exposición”, hubo actividades programadas para una visita en familia: Coreografía de los empleados del museo :), búsqueda del tesoro para encontrar la piedra más preciosa, y por supuesto, la visita a la exposición actual.
El Museo de Piedras de mis hijas me ha llevado a reflexionar en esto de lo que tanto se habla hoy en día: “Hay que dejar a los niños que jueguen al aire libre y que jueguen solos, sin la intervención de los adultos”. Hay cientos de artículos y libros sobre este tema. Y claramente estoy de acuerdo con ellos. Los niños de hoy en día necesitan pasar más tiempo jugando solos y experimentando por sí mismos la creatividad y la curiosidad. Sin embargo, hoy compruebo que el equilibrio -una vez más- es el mejor maestro. Exponer a los niños a visitas a museos, conciertos, obras de teatro, lecturas. Requiere la intervención activa de los adultos. Es cierto que los niños necesitan pasar más tiempo jugando solos o al aire libre. Pero también es cierto que podemos ofrecerles el regalo de enriquecer esa imaginación, organizando con equilibrio, sin cansarlos, visitas a este tipo de lugares, donde el arte, los objetos, el pasado y el futuro, encuentran un espacio donde desarrollarse. Y de allí, por proyección y aprendizaje, se desarrollaran con sello propio en la mente de nuestros hijos.
¡Vamos todos al museo!